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DEJARSE AMAR CON TERNURA POR EL SEÑOR

Viernes 29 de Mayo de 2015

“«la salvación es gratuita». No nos damos cuenta de que, como recuerda san Pablo en la Carta a los Filipenses (2, 5-11), todo esto «es gratis, porque Cristo Jesús, quien siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios...». Es Jesús, recordó el Papa, quien «pagó la fiesta con su humillación hasta la muerte, muerte de Cruz». Esta es la «gran gratuidad» de Dios. Sólo tenemos que «abrir el corazón, hacer de nuestra parte todo lo que podamos; pero la gran fiesta la hará Él».”. (Papa Francisco, Homilía en Santa Marta 4/11/2014) Junio es un mes marcado por la imagen del Sagrado Corazón. El Papa en esta homilía nos recuerda que solo tenemos que abrir el corazón para dejarnos amar por Él. En nuestra vida de cristianos ponemos muchas veces demasiado el acento en nuestro esfuerzo. Perdemos de vista entonces que Dios se nos da por entero gratuitamente. Es bueno volver sobre el himno a los Filipenses para volver a centrarnos en el lugar preciso: Dios se dona a todos los hombres sin quedarse con nada para él. En estos tiempos que vivimos en los cuales tanto reclamamos la falta de humildad y entrega sincera, volver a mirarnos en el espejo del Señor nos puede ayudar a volver al eje. ¡Qué fácil sería si nos entregáramos en sus brazos y lo dejáramos actuar en nuestro corazón! Él lo modelo a su imagen y en forma permanente está atento a lo que necesitamos para colmar nuestras búsquedas. En este sentido nos aprestamos a iniciar el Año Santo de la Misericordia porque, como nos dice el Papa: «Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes» (Misericordiae Vultus, 3) Nos preparamos a vivir ese tiempo fuerte para dejarnos “misericordear” por el Señor que… «El Señor sana los corazones afligidos y les venda sus heridas […] El Señor sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo » (147,3.6). Así pues, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo.»