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Editorial del Mes
Laicos Comprometidos

Martes 02 de Mayo de 2023

P. Hernando Jaramillo Osorio, SSP

Uno de los aspectos ventilados con el soplo del Espíritu desde el Vaticano II ha sido el de la identidad y la misión del laicado, logrando sacar el debate de los dos polos que lo limitaban: contentarse con exaltar la importancia de los laicos, pero sin darle un sentido a su misión de fermento, o relatar desgastantes impases entre lo que se preconiza desde el Magisterio y la aplicación concreta en los ambientes diocesanos o parroquiales. Este mes de mayo, en el que recordamos la figura de un laico trabajador, san Isidro el labrador, personaje muy querido entre las personas del campo, pero poco conocido en sus faenas evangelizadoras en ambientes urbanos, La liturgia cotidiana quisiera imaginar qué tipo de laicado habría que promover en nuestra Iglesia.

Un laicado que se inspira en la familia. Sería muy difícil caminar como Iglesia sin los elementos que constituyen la base de la vida familiar. Necesitamos laicos, hombres y mujeres de amor sufrido, abiertos a la vida, con probada trayectoria en el arte de dialogar, capaces de comprender, tolerar y servir. Preparados para acogerse y perdonarse, para caminar juntos aun con ritmos distintos. Que sus casas sean hogares donde se comparte y se crece, donde nadie se sienta excluido, espacios donde sea espontáneo invocar juntos el nombre de Dios. Un laicado bien formado. Es muy esperanzador encontrar hoy laicos que estudian las ciencias sagradas, leen para su crecimiento personal, están al día en cuanto a la doctrina católica y usan sus conocimientos no para deslumbrar sino para embellecer y hacer fecundo el anuncio evangelizador. Soñamos un laicado que lea con limpieza de ojos y de corazón, aun aquello que cuestiona, critica o desfigura nuestro caminar como Iglesia. Laicos que no escondan detrás de un pietismo mal entendido una falsa espiritualidad o una mentalidad sectaria. Un laicado sin complejos. Esto es, libre del afán reivindicativo que busca más asumir privilegios o distinciones que servir a los hermanos. Un laicado que no pretenda salir del clericalismo impulsando exclusiones peligrosas, sino que abrace la fragilidad humana según el Evangelio, es decir, sin condenarla sino iluminándola.

Un laicado activo. Personas que se empeñen en realizar el deseo de Jesús “Que todos sean uno” (Jn 17,21), que se sientan responsables de los gozos y las angustias de la Iglesia, que experimenten el ansia por el anuncio del Evangelio. Laicos evangelizadores que reaviven la llama vacilante de tantas personas porque primero han sabido reavivar el don que ellos recibieron. Laicos que saben dar el primer paso. Para eso, hagamos nuestro el objetivo del Sínodo para este año 2023: escuchar, en todo el Pueblo de Dios, lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia.