“La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo”, escribe el Papa Francisco en Misericordiae Vultus.
Las obras de misericordia corporales y espirituales nos permiten brindar un servicio desinteresado que se hace fuerte solo por la fe en Jesucristo. Una vocación a la que hemos de responder, que no puede limitarse simplemente a las exigencias materiales, sino que debe ser capaz de entrar en el alma, donde –a menudo- la necesidad de ayuda es más apremiante.
La lectura de estas páginas será un apoyo para quienes quieran ser testigos, en la vida cotidiana, del redescubrimiento de estos gestos tan sencillos y concretos que colman el corazón de alegría y dan verdadero consuelo.